miércoles, 17 de mayo de 2017

Campos agradecidos

Foto (Internet)
 
 
Aunque, con estas últimas lluvias, pareciera que ya nuestros campos han tomado otro color más alegre y prometedor en prueba de agradecimiento...

 
Aunque otros años, por estas fechas, nuestros campos de por estos alrededores y de otros entornos más lejanos, andaban en flor total –como dijera aquel poeta anónimo que escribiera aquel bello romance del “Prisionero” que tanto hemos recitado: “Que por mayo era, por mayo/cuando hace la calor/cuando los trigos encañan/y están los campos en flor…”;  en este de gracia de 2017 vemos que de lo hablado nada o muy poco, y según y dónde.  
 
Porque, con el diagnóstico que se hizo días atrás, nuestros campos andaban casi todos sedientos y, además, sin posibilidad de recibir el líquido elemento en forma de riego artificial más que en pequeñas dosis.  Salvo que de pronto las nubes se abriesen en generoso dispendio y estuviesen durante unos días descargando de manera continuada agua a modo de bien.
 
Y digo estaban, porque algo de lo previsto y deseado con todas las ganas, ya se ha producido estos últimos días a modo de tormentas lugareñas de una cierta contundencia, o chaparradas ocasionales y un tanto prolongadas en según qué zonas y lugares, aunque no uniformemente repartidas y continuadas en las horas y los días, al parecer.
 
Y es que, incluso así, los campos que ahora mismo, a la altura del año en la que estamos, no apunten maneras significativas, será señal bastante cierta de que haya que darlos por perdidos en un buen tanto por ciento o en toda su totalidad, según zonas y comarcas de la provincia; como no cejan de expresarlo una y otra vez nuestros agricultores, que son los que están a pie de campo y conocen del tema de primera mano. Aunque, con estas últimas lluvias, pareciera que ya nuestros campos han tomado otro color más alegre y prometedor en prueba de agradecimiento.
 
Otros años, por estas fechas en torno a San Isidro Labrador, se pedía incluso que no lloviese ya más, que escampase sin más, no sólo para permitir el desarrollo de la fiesta en la calle con la acostumbrada brillantez; sino también porque ya había agua suficiente para los sembrados y el campo en general; y también para las ciudades y sus gentes. Y que a continuación, comenzase a hacer sol y un viento suave que hiciese ondear los sembrados cual olas en un mar de tierra adentro, de bella contemplación.
 
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 17/05/2017)
 
 


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