miércoles, 29 de junio de 2016

VERANO, UN TIEMPO DIFERENTE

                                                                             Foto (Internet)
Un buen día, llega el verano hasta aquí, y apenas el sol nos hace un pequeño guiño de puntual permanencia junto a nosotros y nuestros cuerpos todavía un tanto ateridos de frío, seguido de una cierta contundencia en su acción, y lo primero en lo que se piensa es en que ya se adivinan a barlovento unas muy inmediatas vacaciones; a la par que, seguro, merecidas y también necesarias.

Y es que, como en el acervo popular de nuestros días, verano viene resultando sinónimo de vacación en su amplia definición, a estas se las comienza ya a atisbar entre nubes de calor con sabor a mar o a montaña; a playa y a agua salada, o a cumbre alcanzada y a naturaleza viva. Y también a arena y a cuerpos dorados tendidos a placer sobre ella.

Y ya, instintivamente, al minuto siguiente comenzamos casi a ensalivar la situación que pasadas algunas fechas se producirá en nuestro entorno; en tanto damos por iniciada la cuenta atrás camino de esos días sin despertador al que temer, desayunos familiares mucho más pausados y a una hora de la mañana mucho más prudente, disposición del tiempo prácticamente a nuestro antojo, desconexión cuasi total de la realidad anterior y entronque en otro mundo que no creíamos posible, pero que existe.

Así como jornadas maratonianas al aire libre, en actividades mil; y sin prisa para retirarse a descansar al caer la noche, porque el ambiente invita a prolongar la estancia fuera del hogar y a aprovechar cada minuto de la nueva situación.

Incluso aquí mismo, en nuestra ciudad y en nuestro entorno más cercano, llega el verano y todo a nuestro alrededor se vuelve mucho más vivo y alegre.  Las calles cobran un colorido especial y hasta los monumentos, contando incluso con su quietud y rigidez marmórea de la que hacen gala, se nos muestran mucho más vistosos a la contemplación.  En ocasiones, aprovechando quizás ese intenso rayo de sol que penetra en su interior a través de la vidriera de una determinada ventana y produce unos destellos únicos en un delimitado espacio o rincón no siempre bien explorado.
 
Claro, que sin olvidarnos bajo ningún pretexto de nuestros parques, jardines, alamedas y paseos aledaños a nuestro río Carrión, donde resulta una verdadera delicia y un auténtico gozo pasearlos al caer la tarde, impregnándonos a cada paso de sus múltiples aromas a naturaleza viva y en plena efervescencia.
 
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 29/06/2016)
 

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