Hubo un tiempo, cuando esto del turismo no estaba tan extendido y tan
masificado y generalizado, en el que, para los habitantes de tierra adentro,
como somos los palentinos, el poder acercarse un día de verano hasta las playas
de Cantabria para pasar la jornada de una forma diferente, en contacto con el
agua y la arena en concreto, pensando sobre todo en los más pequeños de la
casa, podía resultar toda una odisea.
Sobre todo porque los medios de transporte no eran los que son
actualmente y las carreteras que nos comunican con la capital cántabra dejaban
mucho que desear en cuanto a seguridad y tiempo de conducción entre ambas
capitales.
Aún así, eran muchos los palentinos que, pertrechados con los útiles de
playa y añadiendo a ellos los cacharros o enseres con las viandas para la
jornada, se embarcaban en la casi aventura y emprendían el viaje hasta la
playa: en tren, en coche, en autobús…
Si a todo ello, le añadimos un inconveniente más, que podía sobrevenir
cuando ante la falta de poder conocer con antelación si el sol iba a brillar
con todo su esplendor y, llegados a la ciudad, resultaba que no era día de
playa, por lo oscuro y gris del cielo y la intermitente lluvia, el cargar todo
el día con los trastos, si se había ido en tren básicamente, convertía a la
jornada en toda una hazaña en la práctica.
Hoy en día las cosas han cambiado una barbaridad, como aquel que dice, y
todo resulta mucho más cómodo y a pedir de boca, incluso; desde el momento mismo
en el que se puede elegir el día valorando las previsiones meteorológicas al
alcance de todos.
Las carreteras de acceso, por su parte, han mejorado en los últimos años
ostensiblemente a lo largo de todo su recorrido, acortando el tiempo y
aumentando la seguridad y la comodidad del viaje.
Y si se elige el tren como medio de transporte, hay
uno muy específico, el llamado “tren playero”, que cada año la compañía
ferroviaria pone a nuestra disposición con unos horarios que permiten
aprovechar la jornada entera en la playa, y que nos facilitará mucho el
transporte. Y entonces, quizá nos venga a la memoria aquella vieja canción del
famoso “chacachá del tren”…; y digamos aquello de “qué gusto da viajar cuando
se va en el tren…” o “a Santander, en tren de lujo yo viajaba…”. Y quién sabe si hasta, con la velocidad
del tren, alguien “le declare su amor al vecino de asiento…”
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 30/07/2014)
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