viernes, 27 de septiembre de 2013

Otro pueblo que lanza su desafío (Ensoñación veraniega)

 (Foto de Internet)


La carretera dibujaba una curva hacia la izquierda en torno al terreno antes de llegar a un pequeño altozano. Y tras superar ambos escollos la panorámica del pueblo se me mostraba ya con suficiente claridad, dejándome una constancia bastante aproximada sobre su tamaño y la concentración que se adivinaba de las casas en torno a la mole de la iglesia, que destacaba en medio con su afilada torre; con apenas unas pocas construcciones más alejadas del núcleo, pero no demasiado diseminadas de este entorno urbano. 

El navegador de a bordo del vehículo me había avisado ya sobre el final del trayecto tras recorrer el último kilómetro de distancia.

Como se trataba, ni más ni menos, que de mi pueblo de adopción, a la sazón Velillas del Duque (ubicado a tan solo 60 kilómetros de la capital, en la Comarca de la Loma Saldañesa), de sobra estaba al tanto de cómo llegar hasta él sin ningún tipo de indicación ni ayuda externa.  Pero, no obstante, quería comprobar la sensación que se experimentaba al ver escrito este nombre en la pantalla de un artilugio moderno de esas características y percibir, subrayados sobre la pantalla del navegador, los nombres de los lugares comunes que iban apareciendo en el recorrido.

Al abandonar la carretera y girar hacia la izquierda para tomar la entrada al pueblo, recordé que hoy en día, con las técnicas y los avances modernos, por aquello de que “las ciencias adelantan que es una barbaridad”, como se decía en aquella famosa zarzuela de nuestro cancionero lírico, este acceso al pueblo y sus entornos se puede conocer y mostrar a través de la página de GOOGLE MAPS de Internet.   Pues un buen día de hace ya unos cuatro años más o menos, pasó también por aquí el famoso “coche negro” de Google fotografiando la carretera y alrededores a pie de calzada.

En esta visita a Velillas era verano y encontré el pueblo “salpicado” de una variopinta presencia de gentes que, en bastante número, algo casi inusual tiempo atrás, daban vida a sus calles y lugares más comunes: entornos de la iglesia, plazas aledañas, alrededores del pequeño parque infantil frente al edificio de la antigua escuela -hoy convertido en centro social-, camino en dirección al río, ronda del plantío, entornos de la carretera…, en un conjunto armonioso que resultaba agradable contemplar.

De regreso a la capital, adiviné que, para mi desilusión, tal vez todo aquello tuviese un tanto de ensoñación veraniega.
J.J.T.

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